lunes, 7 de noviembre de 2011

El Síndrome del Fantasma Visible

"¿Cuál es el ruido de la caída de un árbol cuando no hay nadie para escucharlo?"

El personaje vaga por un tétrico escenario. Detrás de él (o en otro plano, o en otra habitación, o por encima), para nuestro terror, podemos distinguir al horrendo fantasma. El personaje sigue sin embargo su vagabundeo sin poner atención en tan estremecedor detalle. Luego, como casualmente, se voltea en dirección al espectro y, para nuestra gran sorpresa, ya no hay nada allí.

En numerosas películas, y aún más frecuentemente en la actualidad, con el impulso de la estética del j-horror, se puede evidenciar este irritante "Síndrome del Fantasma Visible". Este irritante síndrome se basa en la aparición en pantalla de espectros que no son detectados por ninguno de los personajes de la acción.
Un fantasma, por lo general, se dedica a aterrorizar a inocentes y culpables, ya sea por venganza, catarsis o divertimento, mediante sus ingeniosas apariciones o a través de sus travesuras. Sin embargo, el fantasma que sufre de este síndrome, tiene la costumbre inexplicable de hacerse detectar por nuestros ojos, bien seguros al otro lado de la pantalla, aún cuando nadie más dentro de la película puede hacerlo.
Si ninguno de los personajes puede ver la aparición, ¿por qué se hace visible el fantasma? ¿No es el fantasma libre para aparecer o actuar a piacere? ¿Acaso no puede el espectro hacerse visible o presentible para el objeto de su maldad, cuando éste puede hacerlo? ¿Con qué objeto está ahí cuando no lo ve nadie más que el ojo de la cámara? ¿Acaso el fantasma nos está haciendo un guiño? ¿O es que, en realidad, busca trascender la frontera de la pantalla y asustarnos en nuestras butacas?

Odio la ocurrencia del Síndrome del Fantasma Visible. Me parece un recurso muy berreta y que falsea el efecto real de la trama. Es decir, cuando veo una película de terror, quiero sentir el miedo que se desprende de la narración y lo que se presiente, y quiero temblar cuando mi personaje tiembla. Odio que los fantasmas se me aparezcan a mí y no a los destinatarios de su aparente maldad. Lo odio.

Reformulando, podemos preguntarnos, entonces,
"¿A quién asusta un fantasma cuando no hay nadie para verlo?"

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